"En la memoria de Navia, hay una lata de carne de membrillo que marcaría su vida. Aquella lata, que todavía conserva, tiene pintada una góndola veneciana y las letras en molde del nombre del fabricante «Francisco Aguilar Berral, de Puente Genil», y en ella guardaba su abuela Ana las fotografías de la familia. En las tardes de invierno, el niño Navia miraba los retratos de sus antepasados y los suyos propios con esa fascinación con que los niños de aquella época mirábamos las fotografías. [...]
Sin hacer ruido, como camina, con su pequeña cámara Leica y sus cuadernos de viaje (al contrario también que otros fotógrafos, a Navia le apasiona la literatura), él ha ido construyendo de ese modo su personal hacer fotográfico, huyendo de las modas y de las localizaciones fáciles, como el lector podrá ver en este libro. Una frase de José Hierro le guía; «A mi lo exótico no me interesa, pero decidme dónde han ido los romanos, que voy contento». Frase que Navia trasmuta por otra más personal: «A mi me apetece ir donde han ido mis antepasados», y que le ha llevado ya por todo España y Portugal y por todos los países de cultura ibérica o latina.
Al final, después de tantas imágenes, después de tantos viajes por todo el mundo, Navia puede mirar hacia atrás y contemplar el trabajo hecho y pensar que ha merecido la pena. Porque aquel niño de La Prosperidad es hoy ya un fotógrafo de referencia y, lo que es más importante para él, un fotógrafo distinto a todos. Por eso, puede mostrar ahora, como hacía su abuela Ana con las de su familia, las fotos ya realizadas mientras continúa llenando con otras la lata de su vida. Esa lata de carne de membrillo que es la vida del fotógrafo y, al fin, la de todos los hombres."
Sin hacer ruido, como camina, con su pequeña cámara Leica y sus cuadernos de viaje (al contrario también que otros fotógrafos, a Navia le apasiona la literatura), él ha ido construyendo de ese modo su personal hacer fotográfico, huyendo de las modas y de las localizaciones fáciles, como el lector podrá ver en este libro. Una frase de José Hierro le guía; «A mi lo exótico no me interesa, pero decidme dónde han ido los romanos, que voy contento». Frase que Navia trasmuta por otra más personal: «A mi me apetece ir donde han ido mis antepasados», y que le ha llevado ya por todo España y Portugal y por todos los países de cultura ibérica o latina.
Al final, después de tantas imágenes, después de tantos viajes por todo el mundo, Navia puede mirar hacia atrás y contemplar el trabajo hecho y pensar que ha merecido la pena. Porque aquel niño de La Prosperidad es hoy ya un fotógrafo de referencia y, lo que es más importante para él, un fotógrafo distinto a todos. Por eso, puede mostrar ahora, como hacía su abuela Ana con las de su familia, las fotos ya realizadas mientras continúa llenando con otras la lata de su vida. Esa lata de carne de membrillo que es la vida del fotógrafo y, al fin, la de todos los hombres."
- Del apéndice de 2017:
"Dieciséis años son muchos para que pasen sin dejar huella [...] La personal manera de mirar de Navia (el estilo, en términos
fotográficos) sigue siendo la misma de entonces y me atrevería a decir que la
de sus primeras fotos, pero el tiempo y la experiencia le han añadido
profundidad y reposo, sabiduría para elegir y memoria para componer
prácticamente de oído (de ojo, habría que decir aquí). La intuición, que le
sobra, ya venía de fábrica, pues hay cosas que no se aprenden, solamente se
mejoran.
Quien compare el PHotoBolsillo del 2001 con este
advertirá que no habiendo cambiado en apariencia sí lo ha hecho en cuanto
imágenes, la mayoría de las cuales no estaban en el primero. Pero a la vez lo
estaban. Como intuiciones o como derivaciones de las primeras fotografías, estas
ocupan su sitio sin molestar; como si unas y otras fueran intercambiables, si no
en el libro, sí en la visión del fotógrafo. Y de su trayectoria profesional.
Porque si de algo puede estar Navia orgulloso, satisfecho y feliz a estas
alturas de su vida es de su fidelidad a prueba de bomba a esa lata de membrillo
en la que su familia, como tantas otras, guardaba las fotos y a la que a él
lleva ya muchos años añadiendo las que hace, sin creer, ni mucho menos, que
sean más importantes que aquellas. Más que una lata de membrillo, Navia, que es
inteligente, sabe que se trata de la caja de Pandora de sus sueños, el cofre de
los recuerdos de los que él viene y el tesoro secreto de su memoria, que va
aumentando foto tras foto. Como la obra de todo fotógrafo, la de Navia aumenta
también con la vida, pero, al revés que la de otros colegas de profesión, no se
alimenta tanto de la innovación como de la constatación de que todo estaba ya
en aquella primera imagen que hizo con la primera cámara que compró cuando aún
era un adolescente. Como los árboles en primavera o como el famoso río de
Heráclito, las fotografías de Navia son siempre hojas que se renuevan y gotas
de agua que se sustituyen, pero las raíces y el tronco, o el cauce que lleva al
río, son los mismos desde que empezó a mirar.".
Rosa Olivares en 100 fotógrafos españoles (Exit, Madrid, 2005):
“Con su trabajo en prensa se define una nueva forma de hacer fotoperiodismo. Las nuevas líneas de la fotografía documental y por extensión de la fotografía de prensa, han evolucionado por una parte por la utilización del color y de las nuevas tecnologías, y por otra, por una mayor cultura visual y un vínculo más estrecho con la fotografía de creación, Navia es uno de los máximos exponentes de esta evolución en España.
Desde 1974 se le puede considerar como fotógrafo profesional, desarrollando una larga etapa en agencias de prensa y en publicaciones periódicas, si bien desde finales de los 90 mantiene una relación de independencia de los medios y realiza un trabajo más centrado en sus propios intereses.
Licenciado en Filosofía y con un gran interés en los estudios antropológicos, es la literatura la que finalmente define su trayectoria creativa, especialmente a través de los continuos viajes que realiza por España, Portugal, diversos países africanos y latinoamericanos, guiado subjetivamente por las lecturas de los autores autóctonos.
El interés por los lugares, sus gentes, tradiciones y formas de vida, va más allá del clásico retrato tópico, bien turístico o dramático, para convertirse en un acercamiento humano, dejando de lado el exceso de dramatismo y la continua referencia a tópicos localistas. La forma de acercarse a las gentes y los lugares que Navia visita, está planteada a través de la narración. Cada proyecto, cada reportaje, cuenta una historia en un lenguaje en el que la literatura establece el canon narrativo.
El uso del color, que desde 1983 desplaza al blanco y negro, es sintomático de esta ligazón con la creación literaria, pues está más condicionado con los argumentos del fotógrafo, que con los estereotipos característicos del lugar.
No es la luz cegadora del trópico, sino la oscuridad de la noche iluminada por una pantalla de televisor, la cálida luz de una lámpara, o los faros de un coche los elegidos, e igualmente las personas retratadas son elementos narrativos de una historia cuyo protagonista es la propia narración, la imagen que evoca y reconduce la memoria y la imaginación del espectador.”
Gustavo Martín Garzo, del texto de Cuenca en la mirada (Dip. Cuenca y EA, Cuenca 2014):
"A la manera de las notas que se toman en un pequeño diario, José Manuel Navia va dejando constancia con sus fotografías de su deambular por esos territorios olvidados de las ciudades y los pueblos en que vivimos. […] Se detiene donde ningún viajero lo hace, y sus fotografías nos hablan del paso del tiempo, de la pérdida, de las derrotas de la vida, pero también de la belleza inesperada, del misterio de existir. Nos hablan, sobre todo, de la luz, del espacio como un lugar de espera de la luz [...]
Paul Klee dijo que la misión del arte no es representar lo visible, sino hacer visible lo que no vemos. Pues bien, la obra de José Manuel Navia surge de ese mismo deseo de visión. Se trata de una paradoja. La fotografía, que es el arte de lo visible, persigue lo que no se puede ver. Las fotografías de Navia tienen esa cualidad mental, se ocupan de los lugares pero, sobre todo, de los pensamientos de los que viven o han vivido en ellos. […]
José Manuel Navia no fotografía lo que conocemos, sino justo lo que queda cuando nos desprendemos de ello. Su mirada es la mirada de los que no pueden volver. Nada les pertenece, nada puede ser suyo, y sin embargo quieren regresar a los lugares en que vivieron y tal vez fueron felices. No piden mirar las cosas para hacerlas suyas, sino para verlas por última vez. [...] La mirada más pura, aquella con que mirarían los muertos el mundo si pudieran regresar. La que sólo anhela transformarse en luz."
Gustavo Martín Garzo, del texto de Salzillo. La vida en torno (Ayto. de Murcia, 2017):
"El mundo de Navia es un mundo de fragmentos, de gestos casi imperceptibles, de criaturas absortas. Es ahí donde busca la belleza. No se trata solo de que haya rescatado en sus fotografías esas correspondencias entre los cuerpos tallados por Salzillo y los de los paseantes que recorren la ciudad de hoy, sino de algo más indefinible, de la búsqueda de esa luz misteriosa que desprenden las criaturas en ciertos momentos. Pero esa luz, tan presente en la obra de Navia, ¿qué es? Donde tenemos razón, escribió el poeta israelí Yehuda Amijai, no crecen las flores. Esas flores inasibles que crecen en los lugares más insospechados, hablan del misterio, de todo lo que amamos y tememos perder. Vean estas fotografías, mírenlas dos veces, descubrirán que esas flores están a nuestro lado y no sabemos verlas"
Augusto Roa Bastos, 1994:
Rosa Olivares en 100 fotógrafos españoles (Exit, Madrid, 2005):
“Con su trabajo en prensa se define una nueva forma de hacer fotoperiodismo. Las nuevas líneas de la fotografía documental y por extensión de la fotografía de prensa, han evolucionado por una parte por la utilización del color y de las nuevas tecnologías, y por otra, por una mayor cultura visual y un vínculo más estrecho con la fotografía de creación, Navia es uno de los máximos exponentes de esta evolución en España.
Desde 1974 se le puede considerar como fotógrafo profesional, desarrollando una larga etapa en agencias de prensa y en publicaciones periódicas, si bien desde finales de los 90 mantiene una relación de independencia de los medios y realiza un trabajo más centrado en sus propios intereses.
Licenciado en Filosofía y con un gran interés en los estudios antropológicos, es la literatura la que finalmente define su trayectoria creativa, especialmente a través de los continuos viajes que realiza por España, Portugal, diversos países africanos y latinoamericanos, guiado subjetivamente por las lecturas de los autores autóctonos.
El interés por los lugares, sus gentes, tradiciones y formas de vida, va más allá del clásico retrato tópico, bien turístico o dramático, para convertirse en un acercamiento humano, dejando de lado el exceso de dramatismo y la continua referencia a tópicos localistas. La forma de acercarse a las gentes y los lugares que Navia visita, está planteada a través de la narración. Cada proyecto, cada reportaje, cuenta una historia en un lenguaje en el que la literatura establece el canon narrativo.
El uso del color, que desde 1983 desplaza al blanco y negro, es sintomático de esta ligazón con la creación literaria, pues está más condicionado con los argumentos del fotógrafo, que con los estereotipos característicos del lugar.
No es la luz cegadora del trópico, sino la oscuridad de la noche iluminada por una pantalla de televisor, la cálida luz de una lámpara, o los faros de un coche los elegidos, e igualmente las personas retratadas son elementos narrativos de una historia cuyo protagonista es la propia narración, la imagen que evoca y reconduce la memoria y la imaginación del espectador.”
Gustavo Martín Garzo, del texto de Cuenca en la mirada (Dip. Cuenca y EA, Cuenca 2014):
"A la manera de las notas que se toman en un pequeño diario, José Manuel Navia va dejando constancia con sus fotografías de su deambular por esos territorios olvidados de las ciudades y los pueblos en que vivimos. […] Se detiene donde ningún viajero lo hace, y sus fotografías nos hablan del paso del tiempo, de la pérdida, de las derrotas de la vida, pero también de la belleza inesperada, del misterio de existir. Nos hablan, sobre todo, de la luz, del espacio como un lugar de espera de la luz [...]
Paul Klee dijo que la misión del arte no es representar lo visible, sino hacer visible lo que no vemos. Pues bien, la obra de José Manuel Navia surge de ese mismo deseo de visión. Se trata de una paradoja. La fotografía, que es el arte de lo visible, persigue lo que no se puede ver. Las fotografías de Navia tienen esa cualidad mental, se ocupan de los lugares pero, sobre todo, de los pensamientos de los que viven o han vivido en ellos. […]
José Manuel Navia no fotografía lo que conocemos, sino justo lo que queda cuando nos desprendemos de ello. Su mirada es la mirada de los que no pueden volver. Nada les pertenece, nada puede ser suyo, y sin embargo quieren regresar a los lugares en que vivieron y tal vez fueron felices. No piden mirar las cosas para hacerlas suyas, sino para verlas por última vez. [...] La mirada más pura, aquella con que mirarían los muertos el mundo si pudieran regresar. La que sólo anhela transformarse en luz."
Gustavo Martín Garzo, del texto de Salzillo. La vida en torno (Ayto. de Murcia, 2017):
"El mundo de Navia es un mundo de fragmentos, de gestos casi imperceptibles, de criaturas absortas. Es ahí donde busca la belleza. No se trata solo de que haya rescatado en sus fotografías esas correspondencias entre los cuerpos tallados por Salzillo y los de los paseantes que recorren la ciudad de hoy, sino de algo más indefinible, de la búsqueda de esa luz misteriosa que desprenden las criaturas en ciertos momentos. Pero esa luz, tan presente en la obra de Navia, ¿qué es? Donde tenemos razón, escribió el poeta israelí Yehuda Amijai, no crecen las flores. Esas flores inasibles que crecen en los lugares más insospechados, hablan del misterio, de todo lo que amamos y tememos perder. Vean estas fotografías, mírenlas dos veces, descubrirán que esas flores están a nuestro lado y no sabemos verlas"
Augusto Roa Bastos, 1994:
"El azar teje a veces venturosas coincidencias. Por ejemplo, entre la escritura y la imagen. Entre la escritura literaria y la fotografía. Un azar que sólo llamamos azar porque ignoramos sus leyes de riguroso determinismo.
Al igual que mi novela, que no aspira a reflejar el color exclusivamente localista o pintoresquista de estos escenarios geográficos, humanos, históricos y sociales, sino el misterio profundo de las esencias locales, que parece estar siempre en trance de revelación, las hermosas fotografías de Navia, por lo austeras y despojadas, tampoco aspiran a mostrar el aspecto insólito o puramente espectacular de los escenarios elegidos y captados, sino más bien algunos de los rasgos caracterizadores y sintetizadores del paisaje, la historia y la sociedad de América Latina.
Hay una toma de posición muy clara en sus fotografías sobre los desajustes que padece nuestra historia contemporánea, y en los que creo que está incluida Iberoamérica toda, incluida España. Cómo pues no saludar su acierto y adhesión.”
Publio López Mondejar, en España, diez miradas (SEEI/Lunwerg, 2005):
Al igual que mi novela, que no aspira a reflejar el color exclusivamente localista o pintoresquista de estos escenarios geográficos, humanos, históricos y sociales, sino el misterio profundo de las esencias locales, que parece estar siempre en trance de revelación, las hermosas fotografías de Navia, por lo austeras y despojadas, tampoco aspiran a mostrar el aspecto insólito o puramente espectacular de los escenarios elegidos y captados, sino más bien algunos de los rasgos caracterizadores y sintetizadores del paisaje, la historia y la sociedad de América Latina.
Hay una toma de posición muy clara en sus fotografías sobre los desajustes que padece nuestra historia contemporánea, y en los que creo que está incluida Iberoamérica toda, incluida España. Cómo pues no saludar su acierto y adhesión.”
Publio López Mondejar, en España, diez miradas (SEEI/Lunwerg, 2005):
“José Manuel Navia (Madrid, 1957) es uno de los más brillantes representantes del nuevo reporterismo español, de los que con mayor empeño y dedicación ha ido puliendo la herramienta de su propio lenguaje, en una búsqueda tenaz de la mayor eficacia y precisión expresiva. A su profundo conocimiento de la técnica, que le ha convertido en un verdadero maestro del color, suma Navia una vasta cultura y un contundente sentido común. Si bien se mira, sus reportajes se adentran cada día más en los meandros de la literatura, uno de los lenguajes más sólidamente anclados en la vocación narrativa de su trabajo. Algo que cada día se hace más presente en sus imágenes, cuya sobriedad y aparente sencillez no son sino la expresión de su sosegada perfección.”